He estado intentando convencerme de que abandonar a una persona no es lo peor que se le puede hacer. Puede resultar doloroso pero no tiene por qué ser una tragedia. Si uno no dejase nunca a nada ni nadie, no tendría espacio para lo nuevo.
Evolucionar constituye una infidelidad: a los demás, al pasado, a las antiguas opiniones de uno mismo...
Cada día debería tener al menos una infidelidad esencial, una traición necesaria. Se trataría de un acto optimista, esperanzador, que garantizaría la fe en el futuro; una afirmación de que las cosas pueden ser, no sólo diferentes, sino mejores.
Me hiciste reflexionar...
ResponderEliminarTu blog tiene algo muy cuqui y muy auténtico que, sinceramente, me ha encantado.
ResponderEliminarSiempre voy corriendo de aquí para allá, así que no prometo leer todas tus entradas y menos poder comentarte, (con la ilusión que hace eso, hum) :(. Pero, eso sí, siguiéndote estoy.
¡Me iré pasando cuando tenga ratitos! :)
PD: me identifico mucho en esta entrada. Cambiar implica una "infidelidad" muchas veces, pero es necesario. Una vida sin cambio es como el agua estancada: se acaba pudriendo. Además, a veces hay que pensar un poquito en uno mismo y en lo que nos conviene y nos hace felices :)